En Noviembre fui a Toledo con un par de amigas de Málaga, que iban a un congreso y me acoplé allí de mala manera. El viaje, en principio, fue breve, yéndome por la mañana temprano y apurando hasta la noche, pero intenso, como debe de ser. Toledo es una ciudad muy pequeña, de callejuelas estrechas, muy antigua.
Cuando paseas por sus calles es serenidad el idioma que hablan sus piedras, que te acogen entre ellas. Es una ciudad preparada para no tener mapa, no sólo por su tamaño, sino por la diversión que supone perderse entre sus laberínticas calles, sabiendo por seguro que, tarde o temprano volverás a encontrar el río, la plaza del Zocodovar o su catedral, llena de japoneses curiosos. Cuando la ciudad te dejaba un hueco podías ver el paraje que la rodeba y que me dejó boquiabierto por su cromatismo y la iluminación del sol, que ese día lo cinceló todo con cariño.
En Marzo fuimos a Ávila, ciudad de la que ya hemos hablado en el anterior documento, y el 12 de Abril estuve en Salamanca. La intención era asistir como invitado sorpresa al cumpleaños de Sara, una amiga de Zamora que conocí en el Congreso de Estudiantes que organizamos en Málaga el año pasado. Benja, su novio (al que conocí en Málaga durante la Semana Santa), lo organizó todo de forma que pudiéramos darle una de las sopresas más hermosas en la que he sido partícipe.Llegué a eso de las 18.30 y en apenas dos horas vi esta ciudad tan viva, en una extraña conjunción de antigüedad de sus edificaciones y novedad de sus gentes, que poblaban sus calles en todo momento: estudiantes, turistas y guiris que rebosaban juventud que alimentaban esta ciudad. Una ciudad despierta, divertida, enriquecedora de experiencias (culturales y otras), de la cultura del barecillo, de sentarse en las escaleras y de pararse a hablar con cualquier viandante, que seguro estaría de paso y que pretendía aprovechar al máximo dicha eventualidad.
El último de mis viajes ha sido a Oviedo, donde he ido a impartir un seminario de Estimulación de la Creatividad (¡mi primer seminario!) y a pasar unos días en casa de Sara, mi amiga más cosmopolita y trotamundista. Oviedo, según sus habitantes, es sosa, algo cutre y más bien simplona... pero a todos les acaba enganchando. Y es cierto. Es cómoda y acogedora, pese a la lluvia, que en su potestad limitada cubre las montañas y las calles de un cristalino espejo, que con el brillo del sol confiere un aspecto inmaculado al entorno, mágico, artístico.
El Congreso ha sido muy estimulante culturamente hablando, ya que he tenido oportunidad de ir a muchas conferencias y a trabajar de una forma serie y ordenada. Toda una experiencia que os comentaré en vivo, pues las palabras no harán justicia de lo que aprendieron de mí mis alumnos y lo que aprendí yo de ellos.
Y en el plano social, más genial si cabe. Conocí gente de toda España, bebí sidra como un poseso, comí quesos como un desgraciado y me aproveché de las invitaciones que me brindó tan amable gente (como dato curioso sólo gasté 40 euros en una semana XD, el resto invitado). Mucha gente interesante, mucha gente que recordar...Esto ha sido todo. Recordar que nos quedan en el tintero unas actualizaciones que esperamos tener en breve:
- La segunda temporada de las vecinas locas (con cada vez más novedades!)
- El viaje de Pedro.
- La visita de Auxi y Nacho.
¡Hasta pronto, personillas! Que a to esto, mañana vuelvo a Málaga.















